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Relato: La Supercanaleta del Fitz Roy

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Luego de años de darle vuelta me decido a realizar el proyecto de ascender el Fitz Roy por la pared oeste… es decir, la pared más larga de la montaña. La ruta escogida: la supercanaleta

Por Francisco Rojas Mix.

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Luego de años de darle vuelta me decido a realizar el proyecto de ascender el Fitz Roy por la pared oeste…es decir, la pared más larga de la montaña. La ruta escogida: la supercanaleta.

Las razones son varias: es un desafío importante por la longitud y el tiempo empleado en la escalada (lo usual son dos o tres días), es un ascenso comprometido en estilo alpino, la ruta es histórica y no existen intentos nacionales.

Solicitados los permisos familiares, además de encontrar una buena cordada y conseguido gran parte del financiamiento en el DAV, es que con Camilo Rada nos decidimos a encontrarnos en Punta Arenas, pues él llegaría de su trabajo en Antártica promediando el mes de enero.

La ruta

El desnivel total es de 1700m. La canaleta propiamente tal corresponde a los primeros 1.100 mts. El primer hito es el «bloque empotrado» una gran roca que pone fin a la canaleta. Desde ahí siguen cuatro largos en hielo y mixto, posteriormente una travesía sin gran dificultad tras la cual se debe subir directo a la arista Suroeste, la que empalma con la ruta de los Californianos.

La mayor dificultad técnica está en la arista donde hay que subir y bajar algunos torreones y agujas, las que a veces se complican más por estar cubiertas de escarcha. Luego queda terreno fácil entre bloques hasta la cumbre, desde donde buscaríamos descenso por la ruta Franco-Argentina, que es lo que se podría decir la “ruta normal” del Fitz. Esta vía de descenso es más corta y está mejor equipada.

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18 de enero

Después de una impaciente espera por comenzar el viaje, y aguardando que termine el bloqueo de carreteras a causa del conflicto del gas en Magallanes, acerté a viajar justo el día que se abrieron los caminos. Camilo me pasa a buscar al Aeropuerto en Punta Arenas y el pronóstico anuncia ventana de buen tiempo para el  domingo 23, por lo que no hay tiempo que perder.

19 de enero

Iniciamos nuestro viaje en bus saliendo por la mañana desde Punta Arenas con dirección al pueblo de Río Gallegos utilizando el paso hacia Argentina de Monte Aymod, para luego dirigirnos a El Calafate. Esa noche nuestro escaso presupuesto nos llevó a hospedarnos en El Edén, un hostal que de “host” no tiene nada y es más bien una pocilga bastante incómoda e insalubre.

20 de enero

Luego de un mal descanso, temprano viajamos al Chaltén. La nueva carretera ha reemplazado a la antigua ruta de tierra. Tras dos horas en el bus, llegamos. Extrañamos el pueblo, está todo bastante cambiado, ya con un moderno terminal de buses, no está Madsen (el camping gratis) antiguo lugar de residencia de turistas, trabajadores y sobre todo escaladores de todo el mundo. Además, hay calles de cemento, nuevos locales comerciales y hasta cajeros automáticos. No nos cuesta mucho encontrar lugar para alojar… ya vamos dateados, uno económico, limpio y donde llegan la mayoría de los escaladores ex-asiduos de Madsen, por lo que el lugar tiene bastante buena onda: “el Camping del Lago”.

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Pronto nos acostumbramos a la rutina: pasear, comer, ver los últimos detalles de equipo y la estrategia a utilizar y conversar sobre la escalada. Confirman una ventana de casi cuatro días desde la madrugada del lunes 23 y casi hasta el jueves. Se nos une Pepe Edwards. Decidimos partir adelantados el sábado 21. Arrendamos un “remise” que nos deja en el Río Eléctrico, en donde iniciamos una tranquila caminata de dos horas hasta el campamento privado de Piedra del Frail. Aquí se debe pagar ya sea por alojar o solamente por pasar. El tiempo continúa malo, por lo que decidimos esperar y vivaquear.

Al amanecer comprobamos que la lluvia y el viento no se han retirado y al parecer la ventana se está corriendo o peor aún diluyendo. Ya por la tarde comienzan a llegar otros escaladores y nos informan que la ventana durará solamente un día, lo que es muy poco tiempo para nuestro objetivo. Pepe decide cambiar de plan y se va a escalar con los argentinos una ruta corta a la Guillaumet. Nosotros, con nuestra idea fija, decidimos concentrar todas las energías para conocer la aproximación y dejar un depósito de equipo.

Con bastante viento y menos lluvia, a las 18:30 hrs. reanudamos la marcha. Desde aquí nos queda una fuerte aproximación a la base de la pared oeste del cerro. Debemos ascender al paso del cuadrado para luego bajar y perder bastante altura al fondo del glaciar Pollone y luego volver a ascender a la base de la Supercanaleta. Estimamos entre 5 a 6 horas desde donde nos encontramos.

Ya en el paso del cuadrado nos encuentra el ocaso. El glaciar se ve bastante agrietado… bajamos por una fuerte pendiente de nieve dura que nos obliga a llevar crampones. No nos encordarnos, ya que el glaciar discurre bajo los slabs y seracs que se descuelgan de la pared oeste de la Guillaumet, Mermoz y el Fitz Roy.

En una noche absolutamente oscura, vamos descifrando los hitos de la pared, el pilar Cassaroto, la arista de la Afanasieff y, finalmente por primera vez entre la penumbra de la media noche, aparece la garganta de la Supercanaleta.

Nos encontramos cansados, el viento dejó de soplar, se ven las estrellas, pero nubes al oeste. Nos acomodamos para derretir nieve y dormir algo, recostados sobre las cuerdas y las mochilas, a un lado de una pequeña roca que nos puede proteger de algo. Camilo me pregunta si atacaremos al amanecer, a lo que le contesto con un poco convincente «¡¡ más tarde evaluamos!!».

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Junto con el aclarar, vemos nuestro objetivo. Se aprecia en buenas condiciones. El día está perfecto, si no fuera por las nubes del poniente y el barómetro, que marca una presión con tendencia a la baja. Decidimos solamente reconocer terreno, dejar material y observar cómo se comporta la canaleta en el transcurso del día.

Pasan las horas y nos invade un sentimiento de desesperación. A ratos el día está esplendido con sol y sin viento, pero siempre los cerros del grupo del Pollone y Piergiorgio cubiertos. Ya al atardecer, decidimos volver, debido a que no tenemos carpa ni suficiente comida de campamento para esperar. En el descenso vemos que nuestra decisión fue acertada, las nubes del oeste empiezan a avanzar y cubren el Fitz Roy.

Viernes 28 de Enero

Nuevamente nos vamos caminando bajo el viento y precipitaciones hacia la supercanaleta. Ahora llevamos carpa, comida y combustible para varios días. Tenemos puesta la esperanza en una supuesta ventana el domingo. En Chaltén nos encontramos con unos amigos escaladores de Concepción, los hermanos Brito, quienes van por la Guillaumet. El tiempo está muy ventoso, con poca lluvia, pero los cerros se encuentran humeantes como volcanes, las nubes pasan raudas besando las siluetas de sus desgarrados filos, a ratos sale el sol, a ratos cae lluvia y en ocasiones “plumillea”. En resumen, pasamos cuatro días en la carpa esperando una ventana que nunca existió. Decidimos volver. El cerro está cargado de nieve, no quedan muchos víveres y necesitamos levantar la moral.

La desconfianza en los pronósticos del tiempo ha mermado mi ánimo y la motivación. De nada sirven los despachos satelitales… nos llegan informes desde Santiago que indican que el tiempo está bueno cuando nos encontramos en medio de la borrasca.

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La atmósfera que circunda la oeste del Fitz Roy tiene una mezcla de encanto idílico pero también lúgubre. No son pocos quienes han caído en sus paredes y en la oeste hay recuerdos palpables de los malogrados. Patagonia te puede partir el cráneo de tantos pensamientos, sentimientos y necesidades contradictorias. En ocasiones parece que andas a destiempo, que estás aquí cuando debieras estar allá. Volver a pensar sobre las decisiones tomadas no ayuda mucho, pero es algo que casi no se puede evitar.

Jueves 3 de febrero

De vuelta en el acercamiento, ya  reconozco cada piedra, rama y hoja de este camino. Tenemos la esperanza que esta ventana sea la real, se ve más extendida y lo mejor es que indica una presión barométrica mayor, que la hace diferente a las anteriores. Me abordan pensamientos infantiles como que “por méritos el cerro nos debería dejar pasar” o “la tercera es la vencida”. No lo había comentado pero el glaciar ha cambiado bastante a la primera vez, han caído avalanchas de seracs desde los slabs de la mermoz y esto ha hecho que modifiquemos el recorrido.

Los siguientes días pasan igual… esperando en la carpa, hasta que en la noche del domingo 6 el viento cesa y las estrellas se dejan ver. Son las 23:00 hrs. y nos encontramos “desayunando” y desarmando campamento. A la 1:00 am, pasamos la rimaya que marca el inicio de la escalada. La nieve está especialmente blanda para la hora. La escalada comienza a ganar altura, la canaleta es estrecha y directa, la pendiente es constante y cómoda en el inicio, basta utilizar el regatón como piolet apoyo. Pronto aparecen tramos de hielo y la pendiente aumenta más de 60°, hay que clavar con piolet tracción. Sin darnos cuenta, nos encontramos escalando de verdad. La concentración en cada apoyo es mayor, un resbalón no es posibilidad, hay resaltes bastante verticales -algunos bordean los 90º- que llevan a la tentación de un encordamiento; pero no, solo hay que concentrarse y clavar bien. Debemos ir rápido. Aún así, a veces se acelera el corazón. Falta bastante para el alba. Tengo la sensación que vamos rápido, no puedo ver el reloj y menos sacar fotos, están en alguna parte en la mochila. La «súper” tiene bien puesto el nombre.

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El movimiento es tan repetitivo que se debe variar el “cramponaje” donde se puede. Hay tramos de hielo viejo y en otros hay hielo cáscara. Aparecen bifurcaciones en la canaleta y arriba comienzan a soplar ráfagas de viento que me inquietan y me recuerdan un suceso que tuve en estas mismas paredes cuando me cayó un alud de piedras en una noche muy parecida de viento fuerte y tibio.

Junto con las primeras luces se ven algunos bloques de roca, que dan un poco de estabilidad para descansar, sacar fotos y mirar donde estamos. Con la pendiente más sostenida, la escalada se transforma en mixta. Nos percatamos que la ruta original va un poco más a la izquierda, pero lamentablemente no tiene hielo. En su lugar hay un esquisto negro de basalto, que se ve descompuesto e “improtegible”. El plan B es seguir por la línea en que nos encontramos, pero encordados.

Rápidamente nos atamos la cuerda. Camilo me asegura y escalo lo más rápido que puedo, usando de todo. El terreno es una rampa de nieve y roca con una estrecha canaleta que a veces se transforma en chimenea. Incomoda bastante ir con la mochila en la espalda y a la vez con crampones sobre roca, nieve, hielo y verglás. Me preocupa no botarle material a mi compañero. Cuando se termina la cuerda seguimos en simultáneo pero siempre encordados; es decir, poniendo seguros intermedios y cada uno a un extremo de la cuerda. Avanzamos así unos tres o cuatro largos, hasta que el terreno se pone más liso. Camilo me pide la punta y se calza las zapatillas. Pensamos que irá mas rápido, pero pronto vemos que lo mejor es ir con crampones. Es inevitable el no progresar por secciones que contengan hielo. La ruta se cierra en una chimenea con un angosto canal helado. A veces parece que fuéramos gatos tratando de enterrar las garras en un vidrio. Escalar solo en libre es imposible, las fisuras también conservan labios helados. Es así como en una sección de aquellas, Camilo no logra sostenerse por más lucha que dió y terminó dándose un vuelo muy bien aguantado por un microfriend.

Sucedieron unos cuantos lagos en estas condiciones, usando uno, dos o ningún piolet en cada uno de los pasos.A todo esto, ya nos percatábamos que algo no iba bien con el pronóstico. Se asomaron nubes lenticulares, signo inequívoco de mal tiempo. Sabiendo lo que podría venir. no le dimos mayor asunto pero, al compás de cada centímetro ganado, el viento soplaba más, primero sobre las aristas y luego sobre nosotros. Aparecieron nubes grises y la cumbre se tapó.

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Gotas de lluvia salpicaban la roca, la temperatura no era baja, los hielos comenzaron a derretirse y lo indeseado se hizo presente. La boca se nos llenó de amargor, junto con una sensación de intranquilidad a raíz de lo que no queríamos esperar. Había que tomar una decisión: seguir pensando que la tormenta podía pasar, con la incertidumbre que empeore realmente y nos metamos en problemas serios; o bajar los delicados veintitantos rapeles, con la derrota a cuestas pero con una mayor probabilidad de poder salir de ésta. Finalmente primó la cordura y afloró el consuelo de los derrotados “el cerro sigue aquí”.

Tuvimos que ir armando rapel a rapel, muchos de ellos cortos, para evitar las odiosas trabas de cuerda. Hubo necesidad de armar rapeles nuevos (los originales estaban alejados de la canaleta a causa de la escasez de hielo). Todo el equipo empapado, la penumbra, el cansancio y la desmotivación hicieron eco en un letargo para finalmente ver que la burla se hizo presente. Al llegar a la base de la canaleta y luego de toda una noche bajando, el cielo se despejaba, el viento desaparecía y el sol brillaba. Ya en el lugar de campamento casi nos era imposible descansar, el calor dándonos de lleno sin posibilidad de refugio. Al tiempo, dos cordadas se divisaban en las paredes de roca, al punto que escalaban sin polera. Amarga y silenciosa fue la caminata de regreso: al día siguiente tendría que estar en el pueblo, de lo contrario perdería mi vuelo, cosa que valía la pena por una cumbre.

Quiero agradecer a la tienda de montaña Justclimb. que desde siempre me han entregado el equipamiento necesario para mis actividades. También en esta ocasión a zapatos Scarpa y su modelo Phantomlite y, por supuesto, al DAV por el gran apoyo moral y económico recibido, sin lo cual esta expedición no hubiese sido posible.

Por Francisco Rojas Mix.
Fotos de Camilo Rada y Francisco Rojas Mix