Relatos

Primeros Ascensos al Aconcagua – Traducción de los relatos publicados en 1930

La expedición al Aconcagua de Fitz Gerald

El Primer y el Segundo Ascenso

14 años después de los intentos de ascenso de Güssfeldt, un grupo inglés emprendió el asalto al Aconcagua. La expedición fue liderada por Fitz Gerald y dispuso de abundantes recursos monetarios. En la expedición participaron diferentes científicos: Gosse, Lightbody, Trafford y Vines. Además para esta empresa se dispuso de algunos guías suizos de primer nivel: Lanti, Lochmatter, los hermanos Pollinger, Weibel y Zurbriggen.

El 18 y 19 de diciembre de 1896 Matthias Zurbriggen se encontraba realizando una exploración desde Puente del Inca para encontrar un acceso adecuado al Aconcagua por el valle de Horcones. Para la navidad de 1896 debía realizarse el primer ascenso del Aconcagua. En el glaciar Horcones posterior, a una altura de 4.260 m, se instaló el campamento base y a una altura de 5.700 m un campamento de altura.

Desde acá se realizaron los diferentes ataques al cerro. Sin embargo, siempre volvían a fracasar los intentos. El 27 de diciembre Zurbriggen  alcanzó los 6.600 m, el 1 y 2 de enero de 1897 Fitz Gerald llegó a 6.900 m. Un nuevo intento dejó a Zurbriggen el 12 de enero en el portezuelo entre las dos cimas del Aconcagua. El último y desesperado intento llevó a Zurbriggen finalmente al éxito; el 14 de enero de 1897 puso sus pies por primera vez y en solitario en la cumbre del Aconcagua. Otros intentos de Fitz Gerald fracasaron. A él no le fue permitido derrotar al cerro.

Pocos días más tarde otros dos miembros de la expedición Fitz Gerald consiguieron el segundo ascenso del Aconcagua; Stuart Vines y el guía suizo Nikolaus Lanti el 13 de febrero de 1897. Ellos encontraron el comprobante del primer ascenso de Zurbriggen en la cumbre y dejaron un piolet y un termómetro como testimonio del suyo.

W.

 

Intento de Ascenso al Aconcagua por Miembros del Club Gimnástico Alemán de Santiago

(Realizado por los señores Gustav Brant, Robert Conrads, Griebel y Albino del Club Gimnástico Alemán de Santiago).

4 de febrero de 1898

Extracto de «Dos viajes al Aconcagua» de Gustav Brant. (Publicación de la Asociación Científico Alemana de Santiago, Tomo 4).

«Entonces comenzó la desgracia.

Después que habíamos descansado por una hora comenzamos la marcha por el nevero, pero ¡ay! Ahí donde el año pasado había nieve blanda en forma de agujas penitentes fácil de pisar, ahora mirábamos de frente figuras de tamaño humano hechas de hielo duro por donde no había forma de subir ni tampoco de pasar entremedio por lo que cada aguja se debía cortar con el piolet y cada cavidad se debía llenar. Tan lejos como se podía ver sólo había más de las mismas formaciones de nieve, por ninguna parte una posibilidad de cruzar el nevero por una superficie favorable.

No es ningún placer especial trabajar de esta manera por el hielo por tres kilómetros, menos aún a una altura de 5.000 metros con pesadas mochilas a la espalda donde el aire menos denso convierte cualquier esfuerzo en agotamiento, donde los rayos del sol sobre el hielo deslumbrante hacen que se abrasen las caras y donde la nieve humedece las botas y la ropa.

Tras cuatro horas de trabajo nos dimos cuenta de que no íbamos a alcanzar la otra orilla del nevero por lo que cambiamos de dirección hacia la derecha hacia un «[tooltip placement=»top» trigger=»hover» title=»En castellano el original. (Nota del traductor).»]rodado[/tooltip]» que como una isla libre de nieve se asomaba dentro del mar de hielo.

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Cuando nos metimos a la carpa el viento todavía era soportable, pero rápidamente se transformó en vendaval. Esperábamos por una mejora hora tras hora, pero fue inútil. La valiente carpa hizo todo lo posible para resistir la violencia del viento. La habíamos anclado bien a pesadas piedras y por toda la orilla también pusimos piedras, pero con las fuerzas renovadas del viento se soltaron y se comenzó a rajar la tela de forma que la carpa nos comenzó a golpear como un látigo en las cabezas. Al amanecer la carpa era sólo jirones.

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Cuando salí de la carpa con los primeros rayos de sol, el viento simplemente me botó y yo volé tiritando a meterme debajo de los trapos que seguían aleteando y nos golpeaban las cabezas sin permitir vernos ni escucharnos.

El viento no disminuyó y bajo estas circunstancias haber continuado con el ascenso habría sido una locura. Acá ya sólo se trataba de huir, tan rápido como fuera posible hacia un lugar protegido del viento. Con los dedos congelados armamos nuestros petates. El viento se metió por debajo de la carpa y se llevó uno de los petates unos 100 m más abajo. El dueño corrió tras él y le fue posible agarrar su petate antes de que desapareciera en las profundidades…

La Expedición al Aconcagua Helbling – Reichert

El Tercer Ascenso

El señor Dr. Reichert de Buenos Aires tenía en el año 1905 un primer intento de ascenso desde el glaciar Horcones que lo llevó hasta una altura de 6.700 metros.

Al año siguiente hizo un nuevo intento desde el valle de Horcones, esta vez acompañado por el señor Dr. Helbling. Esta expedición está descrita en el recién aparecido libro del Dr. Reichert: «La Exploración de la Alta Cordillera de Mendoza» (Círculo Militar Buenos Aires 1929) en las páginas 96-102.

La expedición en enero de 1906 se realizó desde un campamento alto ubicado en las «piedras rojas». Las «piedras rojas» a una altura de 5.500 metros ya le dieron lugar para un campamento a Zurbriggen y Vines. El 30 de enero intentaron Helbling y Reichert alcanzar la cumbre desde aquí. Consiguieron llegar sin problemas al portezuelo entre las dos cimas. 700 m más abajo de la cumbre el Dr. Reichert se sintió tan mal que se vio obligado a regresar al campamento. El Dr. Helbling continuó en solitario el ascenso que se veía acompañado por el buen tiempo.

Realizando esfuerzos indescriptibles – 5 a 10 pasos sucesivos es el máximo rendimiento en esta altura – el Dr. Helbling consiguió alcanzar la cumbre del Aconcagua (31 de enero de 1906). Encontró el piolet dejado por Vines con su nombre y se lo llevó como comprobante. Este piolet se encuentra hoy en el Museo Alpino de Zürich.

Dos días más tarde el Dr. Reichert intentó nuevamente el ascenso del Aconcagua. Del mal de altura no sentía nada esta vez. Logró llegar hasta la «[tooltip placement=»top» trigger=»hover» title=»En castellano el original. (Nota del traductor).»]cresta final[/tooltip]» que se levanta unos cien metros hasta la cumbre. Hasta 50 metros bajo la cumbre pudo subir el Dr. Reichert y entonces tuvo que, por segunda vez, regresar debido a que a esa altura una tormenta hacía imposible continuar el ascenso.

W.

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El Cuarto Ascenso del Aconcagua

Intentos de ascenso anteriores y posteriores

Especial atención merece un intento de ascenso de dos noruegos, Eilert Sundt y Thorleif Bache, que fue realizado en invierno, en gran parte, sobre esquíes. Ellos llegaron a la «cresta final» el 28 de septiembre de 1915. Un intento parecido de Alfred Kölliker de Buenos Aires una semana más tarde en octubre de 1915 también fracasó en la «cresta final».

En el año 1925 se consiguió el cuarto ascenso del Aconcagua. Los señores M. F. Ryan, C. W. R. Macdonald y J. Cochrane tras ascender los cerros [tooltip placement=»top» trigger=»hover» title=»Se trata del cerro Tolosa que ha sido llamado de diferentes formas a través de la historia. (Nota del traductor).»]Toloso[/tooltip] y Almacenes intentaron el 7 de febrero de 1925 ascender el Aconcagua. Lograron llegar con mulas hasta 5.700 metros. Desde el campamento establecido aquí intentaron la cumbre, lo que fue coronado por el éxito total (11 de febrero de 1925). Ellos trajeron de la cumbre el termómetro y una tarjeta de visita dejados por Vines.

En el invierno de 1928 el Aconcagua cobró su [tooltip placement=»top» trigger=»hover» title=»En realidad fue la segunda puesto que el austriaco Stepanek había perdido la vida en el Aconcagua en 1926. (Nota del traductor).»]primera víctima[/tooltip]. Un oficial inglés bien equipado, Bazil Marden, intentó desde Puente del Inca el ascenso. Nunca regresó. (Las cartas dejadas despiertan la impresión de que Marden hubiese buscado la muerte). Su cadáver fue encontrado medio año más tarde en el glaciar Horcones posterior por el alpinista Magelhaes-Hafer.

En diciembre de 1929 realizaron el último intento de ascenso conocido a la fecha 2 oficiales argentinos quienes llegaron a una altura de 6.700 metros.

W.

 

Traducción: Álvaro Vivanco

Relatos publicados originalmente en la Revista Andina de 1930 Heft 4 (Aconcagua Heft):