Relatos

Relato del Primer Ascenso al Cortaderas de 1932 por Albrecht Maass

El Cortaderas

(Primer ascenso el 23/3/1932)

Albrecht Maass – Santiago

Mira uno desde el Morado o el Mesón Alto hacia el Este, llama la atención un cordón de cerros que se levanta por delante de los cerros fronterizos, el Marmolejo y el San José, y que como estos corre de Norte a Sur, que tiene forma de peineta mostrando 3 dientes, entre los cuales caen enormes glaciares que descargan su contenido en el pedregoso valle del río Morado.

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El diente de más al Norte, que limita con el valle del Yeso, posee hacia el Oeste una gran arista hasta el Mesón Alto, aparece en las cartas sin nombre y fue ascendido por miembros del DAV con ocasión de un intento de ascenso al Mesón Alto desde el Norte, que lo bautizaron como Loma Larga. En su cara sur hay enormes glaciares que lo separan del segundo diente, el que aparece nombrado en la carta con 5200m como cerro Cortaderas y que, como un empinado cono, se eleva unos 300m por sobre su hermano y que por 3 de sus caras se encuentra rodeado de enormes glaciares, por sobre dos de los cuales se levanta unos cientos de metros casi vertical. Un pequeño Matterhorn.

Cerro Cortaderas.
Fotografía de Albrecht Maass

Desde hacía tiempo lo tenía entre mis planes, especialmente porque el valle del Morado- no confundir con el valle de Morales- era más o menos desconocido.

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De esta forma organicé para la Semana Santa de 1931 el primer viaje al valle del Morado y al Cortaderas. Aproximación desde el Volcán pasando por Baños Morales hasta la altura de las yeseras, donde se dobla a la izquierda hacia el valle del Morado y donde por feos acarreos, en parte mezclados con barro y nieve, se abrió una huella hasta una pequeña vega a cuyos pies se armó el campamento a unos 3000m de altura. Estábamos aproximadamente detrás del Morado y  separados del valle de Morales sólo por un portezuelo unos 500m más alto, que lamentablemente no es transitable por animales de carga puesto que de otra forma sería por acá la aproximación más corta.

Estábamos en un desierto de acarreo como yo nunca antes había visto. Verdaderas montañas de acarreo mezcladas con barro, entre las cuales había grietas y sucios charcos en completo desorden. Un glaciar enorme se levanta desde el Norte entre el Mesón Alto y el Cortaderas. De numerosas quebradas laterales caen otros glaciares con sus correspondientes morrenas que han formado estas montañas de roca. Estamos separados del Cortaderas, que se encuentra al Noreste de nosotros, por el mencionado gran glaciar desde el cual, por una quebrada lateral, cae otro glaciar directo desde el Cortaderas. El ascenso se ve empinado, incluso muy empinado, pero parece ser el más corto y provechoso para los fotógrafos, ya que con seguridad se pueden tomar magníficas imágenes del glaciar.

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Desde las 4 de la mañana descendemos primero por el caos de los acarreos hacia el glaciar principal, lo cruzamos sin que nos presente grandes dificultades para comenzar a ascender por la quebrada lateral. Avanzamos rápidamente hasta que aparecen los primeros penitentes y grandes grietas, las que después de varios rodeos no encontramos forma de pasarlas debido a que son tan anchas que nuestra escasa experiencia en hielo nos hace fracasar en su intento por superarlas. Un gran botín con fotografías de primera clase del hielo y los penitentes es la recompensa por nuestro percance en el primer intento fracasado al Cortaderas.

 

Sin embargo, pospuesto no significa cancelado. Los días de semana santa de este año me ven de nuevo en el valle del Morado. Esta vez hemos preparado un plan de campaña exacto: el ataque debe proseguir por una segunda quebrada lateral más al norte que está más glaciada, pero que cae de forma más suave desde la cumbre. La dificultad se encuentra en encontrar un acceso por abajo a este glaciar lateral para poder ascender por él o por las rocas a su lado hasta la cumbre.

Nuestro campamento se armó nuevamente cerca de la pequeña vega, en la cual el año anterior habíamos acampado. Ahora habíamos decidido armar un segundo campamento alto para poder recorrer en forma cómoda los 2.200m faltantes.

Tuvimos suerte. A tiempo llegamos a las vegas y con calma pudimos preparar todo para el campamento alto y le dimos tiempo a los animales para tener el descanso necesario para el recorrido del día siguiente por acarreos y tramos de hielo respectivamente.

Tras 3½ horas de cabalgata o mejor dicho sufrimiento arriba de las mulas por acarreos sobre glaciares ocultos y finalmente sobre hielo pulido y nieve, llegamos al mediodía a los pies del glaciar lateral por el cual debía comenzar el ascenso. Delante nuestro, hacia el Norte el glaciar se rompe en cascadas de hielo desde el portezuelo entre el Loma Larga y el Mesón Alto. Hacia la izquierda, al Oeste las enormes laderas del Mesón Alto de aproximadamente 1800m se levantan empinadas y sólo en estrechos pasajes dejan espacio para glaciares colgantes que de tiempo en tiempo caen como atronadoras avalanchas y rompen abruptamente la tranquilidad de la soledad de la montaña.

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El arriero fue enviado con sus animales al valle con la instrucción de volver a buscarnos a la tarde siguiente tarde con 2 mulas. Un nevero a la derecha de la ladera parece tener una pasada hacia el glaciar. Lentamente avanzamos con la pesada carga para el campamento alto. El sol de otoño nos calienta y nos saca las últimas gotas de sudor desde los poros. Más arriba corre agua por entre los primeros penitentes, donde nos refrescamos y a través de los cuales tenemos un ascenso relativamente cómodo y encontramos una pasada a la siguiente ladera donde, entre glaciar y roca, hay varias terrazas, en una de las cuales queremos armar nuestro campamento.

Estamos aproximadamente a unos 4000m de altura. Son las 4 y media, el sol todavía se encuentra relativamente alto en el cielo. Rápidamente se trabaja en armar el campamento. Uno desempaca la carga, dos aplanan el terreno para la carpa y el cuarto construye rápidamente una vertiente en la ladera de hielo más cercana, donde el señor Sol hace su trabajo y rápidamente tenemos un riachuelo fluyendo. El número 5 desciende al glaciar, entre los penitentes para tomar algunas fotografías antes de que el sol parta. En 2 cocinillas se prepara una comida reponedora para el “pueblo trabajador” y lamentablemente es consumida demasiado rápido para el cocinero. Por largo rato nos calienta el sol en las aéreas alturas hasta que finalmente desaparece en el portezuelo entre el Morado y el Mesón Alto y nos obliga a abrigarnos con nuestras ropas de lana y cuero. Una de estas, a menudo ya vivida, pero siempre diferente noche de cordillera comienza. El gorgotear del agua en el glaciar se silencia. No hay viento en la noche. Un cielo claro se levanta sobre nosotros. Pronto baña  la luna con su brillo plateado el paisaje dormido. Cada cristal de hielo parece un diamante. Enorme y amenazador crece a la sombra de la luna el macizo del Mesón Alto. Avalanchas atronadoras interrumpen el silencio de la noche como si quisieran anunciar la distancia a la que se encuentran. Miro triunfante en esa dirección. “Y sí, te hemos derrotado en una verdadera batalla. Nos costó una noche casi a 5000m de altura sin protección del helado glaciar, pero regresamos con el orgulloso sentimiento de la victoria conseguida.”

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Así debiera ocurrir también, si es que se puede, con el Cortaderas. Esta vez debe caer. Estamos de buen ánimo y bien equipados. La noche pasa rápido. Partimos temprano en la mañana. Sólo llevamos lo necesario. El amigo K. se queda atrás en el campamento alto para recibirnos con una sopa recomponedora a nuestro regreso.

Bajo la luz de la luna partimos, nos montamos rápidamente en el glaciar, nos encordamos, nos pusimos los crampones y lentamente con pasos iguales subimos por el glaciar que suavemente se va levantando.  Pronto llegamos a las primeras grietas grandes, sobre las cuales siempre encontramos un puente que las cruce. El frío viento de la mañana antes del amanecer acorta los pequeños descansos que nos permitimos. La, en un comienzo, angosta garganta se ensancha hasta convertirse en una especie de circo glaciar desde el cual sobresalen grandes pedazos de roca. A la derecha se levanta la roca abruptamente desde el glaciar hacia la arista somital, de la cual una de sus puntas tiene que ser la cumbre.

Decidimos abandonar el glaciar para ascender directamente por la roca hacia la arista en lugar de seguir derecho por el glaciar hacia el filo y desde ahí por las rocas de la arista subir a la cumbre.

En el punto adecuado salimos del glaciar y encontramos roca aceptable y acarreo por los cuales sin realizar esfuerzos extremos alcanzamos a las 10:30 la arista.

Cómodamente nos dejamos entibiar por el sol y disfrutamos la maravillosa vista al Marmolejo y al San José. Por delante de nuestra ruta vemos hacia el norte el Loma Larga con su enorme acorazado de hielo que alcanza hasta el Mesón Alto. El Mesón Alto ya no se levanta tan amenazador sobre nosotros. Ya estamos a mayor altura que él. Él también nos muestra su pecho acorazado de hielo. Detrás del Loma Larga, hacia dentro de Argentina saluda la joroba del Nevado de Piuquenes (6100) que hasta ahora nos ha rechazado. Alguna vez tendrá que inclinarse bajo nuestras ansias de victoria.

La arista sobre la que nos encontramos continúa hacia nuestra derecha unos 250m más arriba hacia la cumbre del Cortaderas que parece alcanzable en una inofensiva caminata.

Tras 1½ hora de ascenso sin apuro y frecuentes resbaladas en acarreo suelto, detenido por el trabajo fotográfico, llego como último a la cumbre. Es una especie de triángulo con 2 paredes hacia el Morado y el San José, de muchos metros de profundidad y abajo atrapado por poderosos glaciares en los cuales en la última semana santa hice mi intento sólo hasta los 4600m. Hemos encontrado la única ruta transitable desde el Norte. El tiempo es ideal. Apenas sopla una pequeña brisa, de forma que realmente disfrutamos del sol. Rápidamente levantamos una pirca de piedras, ingresamos nuestros nombres en el “libro de cumbres” (mi antigua olla de montaña, que por enésima vez mostró que era permeable y que acá encontró un final digno) y rápidamente bajamos a la arista después de habernos tomado la inevitable foto de cumbre para los no creyentes.

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En la arista retomamos las cosas que acá habíamos dejado, nos sacamos todo lo imprescindible y a través del glaciar, que brillaba iluminado por el sol, rápidamente seguimos al campamento alto donde nos esperaba nuestro amigo K. Todo funcionó bien. Antes de las 4 llegan los primeros al campamento alto y antes de las 6 los últimos al glaciar principal en el valle del Morado donde nos esperan las mulas. Nosotros mismos descendemos en 1½ hora por las morrenas hasta el campamento base donde llegamos  a oscuras y agotados, pero extremadamente orgullosos por el ascenso conseguido.

Don José tiene lista la usual cazuela extraordinaria, a la que a su pesar no le hacemos los honores correspondientes y sólo pedimos más caldo. Por las morrenas levantamos nuestras vistas hacia la pirámide del Cortaderas que justo se ilumina con los últimos rayos de sol. Triunfales movemos nuestros ojos de él, al que hoy hemos derrotado después una dura y victoriosa batalla.

Traducción: Alvaro Vivanco

Texto original publicado en alemán en la Revista Andina de 1932 Heft 5