Relatos

Segundo Ascenso al Huayna Potosí (6094 m) – Traducción del relato de 1943

Segundo Ascenso al Huayna Potosí (6094 m)

Pascuas de 1939

Páginas 57-58

Crónica de Rolf Boettger

 

Si tomas el tren que viaja de Arica a La Paz, poco antes de la capital boliviana, notarás una gigantesca montaña completamente cubierta de hielo que impresiona con su forma escarpada: Es el Huayna Potosí – ¡el Matterhorn boliviano! En 1919, esta hermosa y llamativa montaña fue escalada por primera vez por los alemanes Dienst y Lohse. Después de una larga pausa, se hicieron más intentos, pero ninguno de ellos tuvo éxito.

Mientras esquiaba en el Chacaltaya conocí al suizo A. Bauer y como a ambos nos gustaba bastante el Huayna Potosí, y como siempre acaparaba nuestra vista cuando esquiábamos, nos decidimos prontamente a encarar la montaña. Los primeros días de abril de 1939 trajeron un clima maravilloso, que nos motivó a pesar de ser comienzo de la temporada, a tratar de escalar la montaña en el cuarto día de la Semana Santa.

El Jueves Santo 6 de Abril, partimos de La Paz temprano a las 6 y media de la mañana, el cielo estaba nublado. Una corta estancia en la estación de tren para ajustar el altímetro (¡De 0 a 8000 metros!) a la altitud actual de 3701 metros con una presión atmosférica de 491 milímetros de mercurio. La llegada a la mina Milluni a las 7 am y el traslado inmediato en una camioneta provista de cortesía, hacia la cuenca del paso de Zongo, a unos 4700 metros sobre el nivel del mar.

Acompañados por dos indígenas de la mina Milluni, que llevan nuestras mochilas, llegamos al glaciar oriental en dos horas caminata, cuya morrena lateral es la que habíamos elegido como la mejor ruta para el ascenso. Aunque sólo son las 10, una densa niebla ya nos envuelve, que se eleva desde los valles de los Yungas, la cual obstruye nuestra vista. Avanzamos a tientas por la cresta de la morrena glaciar hacia adelante hasta que llegamos a una gran fisura en el glaciar.

Subiendo por un costado de la roca, finalmente superamos esta fisura. La niebla es ahora un poco más baja, algo muy positivo, lo que nos permite superar el glaciar, repleto de grietas, y nos hace posible examinar el posterior ascenso. En aproximadamente una hora de marcha, encordados y sujetando a los porteadores entre nosotros, cruzamos el glaciar en un amplio zig-zag, atravesando las grietas con gran precaución por los puentes de nieve. A la 1 en punto, nos tomamos un breve descanso, además, tenemos que dejar regresar a los porteadores que no pueden avanzar más allá de este punto.

Ahora continuamos, cargados con pesadas mochilas, hasta que la espesa niebla nos imposibilita seguir avanzando; además, una cara escarpada inevitable nos recuerda que debemos ser muy ¡cuidadosos! Como no fue posible encontrar una carpa de alta montaña en La Paz, el equipo traído se limitó a dos bolsas de dormir y dos lonas.

Por el momento estamos sentados bajo nuestras dos lonas y esperamos ansiosamente un mejor clima; finalmente, a las 5 y media se aclara. A nuestra izquierda reconocemos la caída vertical de la cumbre del Milluni, una señal de que estamos en el sendero correcto. Los crampones son atados, la piqueta y la cuerda aseguradas por Bauer, atravieso la cornisa de nieve que nos separa ante la cara escarpada – ahora el arduo camino sólo comienza.

Ahora Bauer se adelanta y talla escalones, mientras yo vuelvo a asegurar. Después de cada largo de cuerda nos alternamos. Debido a la afortunada ruta de ascenso elegida, sólo tuvimos que caminar los últimos cien metros de esta escarpada vertiente, que termina en una ruptura vertical sobre un glaciar debajo. Alrededor de las 6 en punto, logramos conquistar el muro y nos alegramos mucho con la convicción de que habíamos elegido el camino correcto y que los últimos esfuerzos para superar las dificultades en las infranqueables grietas, no fueron en vano, aquí nos damos la mano y decidimos montar nuestro campamento de la primera noche en una de las grietas. Mientras tanto, el sol se oculta y el inminente frio nos obliga a arrastrarnos inmediatamente a las bolsas de dormir envueltas con las lonas de la carpa sin perder tiempo. Hasta el esfuerzo de las últimas horas asegura un sueño inmediato. Pero rápidamente resulta que las lonas no son impermeables, las bolsas de dormir de plumas se ablandan y el frío y la humedad pronto nos arrebatan el sueño.

Finalmente, alrededor de las 8 de la mañana, un sol saliente pone un final benévolo a esa <noche triste>. Un abundante desayuno nos hace olvidar todas las horas que hemos sufrido y con renovado coraje nos dirigimos hacia el objetivo que se ha acercado considerablemente. Este segundo día nos eleva a los 5800 metros por debajo de una cara escarpada, que nos separa de la cumbre tan sólo 300-400 metros. Mientras buscaba entre las diferentes grietas un lugar adecuado para poder dormir, me aflige el mal de altura, llamado <soroche>, que ahora pone en duda el alcance de la meta final. Afortunadamente, me recupero después de unos cuantos minutos y empiezo a preparar la única comida fuerte de toda la expedición. Los últimos rayos cálidos del sol se aprovechan para secar las bolsas de dormir aún húmedas.

El frío del viento y la humedad no permitieron un tiempo de descanso para recuperarse, en la llegada de la segunda noche. Nos dijimos a nosotros mismos que una tercera noche bajo estas circunstancias pondría en riesgo nuestra salud y capacidad de recuperación por lo que decidimos que si el ascenso de mañana no tuviera éxito, realizaríamos el descenso inmediato y completo. A pesar de un desayuno escaso y frío, consecuencia de la escasez de combustible (de alcohol) – partimos ya hacia los últimos 300 metros que nos separan de la cumbre.

Tras varias horas de escalada, que se hicieron muy complicadas por el aire extremadamente escaso y la peligrosa formación de la cresta de la cima norte, llegamos a la cumbre principal del Huayna Potosí, a 6094 metros sobre el nivel del mar, al mediodía (12:20). ¡La segunda ascensión de este imponente pico de seis mil metros ha sido todo un éxito!

Después de un breve descanso en la cumbre comenzamos el descenso. La nieve ablandada por el sol nos obliga a ser extremadamente cuidadosos y el descenso se hace bastante lento. Alrededor de las 4 de la tarde, llegamos al último campamento, que se desmonta sin necesidad de descansar, la comida la dejamos aquí. Para el descenso utilizamos la ruta de ascenso, que apenas nos ofrece mayores dificultades, a excepción de la empinada cara descrita en el primer día. A eso de las 9 de la noche dejamos la última fisura del glaciar. Debido a la oscuridad total, tomamos un descanso hasta que saliera la luna. A las 11 de la noche partimos nuevamente bajo la luz de la luna y alrededor de las 5 y media de la mañana estábamos de regreso al auto de Bauer, que habíamos dejado atrás en la mina Milluni. Temprano en la mañana llegamos a La Paz, contentos con el <completado> Huayna Potosí.

Traducción: Ángel Sánchez

Artículo publicado originalmente en la Revista Andina de 1943 que se puede revisar acá: