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Nuestra Expedición al Chimbote y al Nevado sin Nombre del 7 al 19 de Diciembre 1944 – Traducción del relato publicado en 1948

Nuestra Expedición al Chimbote y al Nevado sin Nombre del 7 al 19 de Diciembre de 1944

(Extraído de un diario de viaje)

9 de diciembre: Nos levantamos a las 4:00 de la mañana, preparamos el equipaje y tomamos café. A las 5:45 partimos con las mulas. Avanzamos bien con los animales por el río Azufre, así como por el río Colorado que cruzamos a las 9:00 al final de las vegas del Tupungato y entramos al valle del Perdido. Donde encontramos el último pasto armamos el campamento base. Sin embargo, no nos dimos una pausa larga, pronto continuamos con las mulas tan lejos como era posible para acercarnos al Chimbote (5400 m). Mientras más alto estábamos más cuestionable resultaba la ruta de ascenso y cuando finalmente, por la nieve, no podíamos seguir avanzando, nos dimos cuenta que el cerro era imposible desde este lado. Hicimos un «consejo de guerra» y tomamos a la decisión de intentar el Chimbote desde el valle Toscas, lo que significaba dar un enorme rodeo alrededor del cerro y cruzar por un paso a alrededor de 5400 m. Nos dijimos que sería mejor intentarlo que rendirse.

10 de diciembre: A las 6:30 nos levantamos, tomamos café y partimos con nuestras pesadas mochilas de aproximadamente 25 kg. Lo que nos esperaba era un trabajo de locos; una empinada ladera cubierta de nieve que en parte tenía penitentes. Debíamos subir en línea recta debido a que la pendiente era demasiado fuerte como para hacer una travesía. Bastante cansado salimos por una chimenea a una arista (4700 m). Para nuestra gran decepción comprobamos que la ruta llevaba a una gran grieta del glaciar del cerro Polleras (6000 m) por lo que era difícil y extremadamente larga. Debíamos contar, por lo menos, con 3 días. Como la nieve estaba blanda y nosotros fácilmente nos apunamos, decidimos armar la carpa.

11 de diciembre: A las 5:00 comenzamos a calentar limonada. A las 6:00 salimos de los sacos de dormir y desarmamos la carpa. Pronto estábamos listos para partir; por un campo de penitentes hacia abajo, al principio se avanzaba rápido, pero cuando el solo brillaba con más fuerza era un gran esfuerzo continuar. Lentamente se comenzó a ascender, en parte por los penitentes, en parte escalando por rocas sueltas. La grieta en el glaciar, por suerte, se podía rodear: tras dos horas y media llegamos a un sector de piedras sueltas. A continuación se sigue por el glaciar que hace de portezuelo entre el Polleras y el Polleritas y como esperábamos está a 5400 m de altura. Como ya estábamos cansados y nos encontrábamos sobre los 5000 m, nos vemos obligados a pasar la noche sobre el hielo. Al día siguiente queremos partir al Chimbote y, si todo sale bien, estar en su cumbre a la 1:00. Ojalá la noche sea agradable para intentar el ataque descansados.

12 de diciembre: Tras una húmeda «[tooltip placement=»top» trigger=»hover» title=»En castellano el original. (Nota del traductor).»]noche triste[/tooltip]» comenzamos a las 3:00 a derretir un poco de nieve y a prepararnos. Tan pronto como algo aclara a las 4:30 partimos. La [tooltip placement=»top» trigger=»hover» title=»En castellano el original. (Nota del traductor).»]depresión[/tooltip] la cruzamos en 2 horas y media, los penitentes (30 cm) molestaron poco. Arriba en el portezuelo vimos la enorme distancia al Chimbote. Teníamos que descender 600 m y volverlos a subir para alcanzar la última cumbre de nuestro cerro y luego la misma ruta de regreso. Sin embargo, teníamos la idea fija de subir el «morro» incluso aunque a la cumbre del Polleras teníamos 600 m sin dificultades. Hacia abajo resultó relativamente rápido por el glaciar Oeste del Polleras, pero el ascenso al Chimbote fue terrible; en forma permanente nos trajo sorpresas desagradables: o había que escalar empinadas canaletas o había que superar acarreos o grandes penitentes, en los cuales se provocaban avalanchas ya que las puntas estaban blandas y sus bases eran de hielo cristal. Avanzamos muy lentamente de forma que nos aparecieron dudas acerca de si es que todavía teníamos tiempo y fuerza para realizar el camino de regreso. Sin embargo, continuamos impávidos, debiendo usar con frecuencia la cuerda y finalmente llegamos a 30 m de la cumbre que es una punta rocosa que no podíamos escalar sin seguros. Además ya eran las 3:00 de la tarde y teníamos que pensar en el camino de regreso. Con tristeza nos tuvimos que despedir de nuestro cercano objetivo. De regreso no tuvimos tantas dificultades y de esa forma llegamos con esfuerzo al portezuelo. El descenso hacia nuestra carpa lo realizamos a oscuras. Debíamos cruzar el glaciar derecho hacia abajo ya que no veíamos nuestras huellas de la mañana. Sabíamos que nos esperaba una gran rimaya. Como yo iba adelante daba pasos con mucho cuidado, pero lo que uno no podía reconocer no sabía lo que era…, hasta que volé por el aire y quedé colgando de la cuerda. Como estaba bien asegurado me balanceé y pateé contra las puntas de hielo que cayeron en la grieta. Pedí un poco más de cuerda y así me pude parar en el otro lado que por tratarse de una rimaya está más bajo. Ernst y Heinz saltaron este obstáculo. Tras algo más de tiempo encontramos la carpa a las 10:15 de la noche con lo que estuvimos en la ruta ¡17 horas y media! Acá en la carpa uno se siente realmente como en una expedición polar: el techo de la carpa completamente blanco cubierto con escarcha, el suelo y los sacos de dormir mojados, rostros salvajes: quemados y sin afeitar.

13 de diciembre: A las 7:00 de la mañana Ernst comenzó a cocinar: quaker y limonada. Después que nos habíamos tragado esto nos pusimos con mucho trabajo los zapatos congelados y los crampones con la intención de ascender el Polleritas (5450 m). Sin embargo, tras dar los primeros pasos nos dimos cuenta que estábamos demasiado agotados como para continuar. Nos devolvimos al campamento y desarmamos todo. A las 10:00 comenzamos a descender deslizándonos por una ladera con penitentes y luego de nuevo hacia arriba por un campo de penitentes en el cual a menudo nos hundimos en la nieve hasta más arriba de la rodilla; el sol brillaba con demasiada fuerza y lo derretía todo. A la 1:00 estábamos en nuestro segundo campamento, nos llevamos todo lo que habíamos dejado y nos fuimos por la ladera hacia abajo hasta el primer campamento. Acá sorteamos quien de nosotros tres debía correr hasta el campamento base para buscar las mulas. Heinz resultó elegido y partió pronto. Acá comimos bien y esperamos a los animales. Toda nuestra ropa húmeda y los sacos de dormir los pusimos a secar al sol.

14 de diciembre:  Después que las mulas nos recogieron a las 6:30 llegamos tras 1 hora y media al campamento base. Aquí comimos la primera comida caliente: una magnífica [tooltip placement=»top» trigger=»hover» title=»En castellano el original. (Nota del traductor).»]cazuela[/tooltip] que nos preparó el [tooltip placement=»top» trigger=»hover» title=»En castellano el original. (Nota del traductor).»]mulero[/tooltip]. De inmediato nos fuimos a dormir a la carpa porque habíamos decidido ir a caballo al valle del Azufre para ascender el Nevado sin Nombre (6000 m) y para eso debíamos cruzar temprano los crecientes río Colorado y Azufre. Nos levantamos a las 5:30 y pronto ya estaba desarmado el campamento. El cruce de los ríos nos dio algunas dificultades, en el Azufre casi perdemos una mula. A las 2:00 llegamos a las últimas vegas del valle del Azufre. El campamento fue el mismo que habíamos tenido para el ascenso al cerro Alto (6200 m). Las vegas son quizás las más hermosas de la cordillera: se tiene una magnífica vista a los 7 glaciares que caen desde el cordón formado por el Nevado sin Nombre, Alto y Nevado de los Piuquenes (6000 m). Uno de estos glaciares ha avanzado 5 km por el valle desde el último año: es un gran flujo de hielo de alrededor de 100 m desde el cual sobresalen enormes seracs. El tiempo lamentablemente ha empeorado, el cielo está cubierto por peligrosas nubes. ¡Ojalá que no nieve! Hemos armado nuestra carpa, ordenado nuestras cosas y mañana queremos descansar y alimentarnos bien para así pasado mañana ascender al Nevado sin Nombre para que la fortuna nos sea favorable.

15 de diciembre: El tiempo, gracias a Dios, se ha mantenido bien y ahora escribo este diario en nuestro primer campamento de altura a 4200 m. Decidimos salir a caballo a las 3:00 para armar nuestro primer campamento puesto que siempre se tienen las mismas dificultades con la búsqueda y carga de los animales en la mañana. Abajo, en el campamento base, nos tendimos un par de horas al sol, dormimos y nos bañamos en una pequeña cascada. Fue una mañana magnífica, las vegas estaban maravillosamente verdes, había unas pequeñas lagunas que brillaban azules y también animales que quedaban muy bien con el paisaje que formaban las enormes montañas. Demasiado temprano se acabó el paraíso, a mediodía debimos comer y luego de nuevo armar la carga. A las 3:00 partimos y llegamos con los animales casi a 3900 m. Hasta nuestro campamento ascendimos otros 300 m. El lugar es muy cómodo, es decir, blando y seco. Entretanto nos cubren nubes como es habitual cada tarde. Vamos a cocinarnos algo caliente y luego a dormir para estar repuestos para los próximos días.

16 de diciembre: El día fue bastante deprimente: salimos del campamento a las 9:45 y avanzamos rápido por la nieve dura, los penitentes de unos 20 cm molestaron poco. Según nuestra ruta debíamos cruzar un gran glaciar, el mismo que se había extendido por el valle. Cuando lo alcanzamos, cruzarlo se volvió imposible a pesar de todos nuestros intentos. Debimos descender unos 300 m, es decir, todo lo que habíamos ascendido esa mañana. Resignados bajamos. Por suerte entonces el cruce era sólo «relativamente» difícil puesto que siempre había puentes para cruzar por las grandes grietas. A la 1:30 comenzamos finalmente a ascender de nuevo, sin embargo, con un gran peso: teníamos un hambre feroz (lo que no esperábamos debido a la puna) y para eso muy poca comida y también nos dimos cuenta que no nos habíamos repuesto bien de los esfuerzos en el Chimbote. Lentamente subíamos. Nuestro segundo campamento lo montamos a las 5:00 a 5000 m de altura. Estamos todos bastante cansados. Ahora, después de que Ernst armó la carpa mientras Heinz y yo nos frotábamos los pies congelados, estamos acostados en los sacos de dormir y cocinamos una sopa de quaker con mantequilla y salchichas. El anafre a alcohol que tenemos otra vez huele mal de forma que con facilidad uno comienza a tener dolores de cabeza. Por el momento escribo sobre los pies de Ernst, hemos abierto la válvula puesto que debemos airear, afuera estamos cubiertos por nubes y el pequeño charco de agua se ha congelado. Queremos partir mañana temprano para superar los mil metros que nos faltan hasta la cumbre. En cuanto se apagó el anafre notamos que se acabó el mal olor.

1 hora más tarde: Las hojuelas de avena estaban fantásticas, también había la mitad de una salchicha con 200 gr de mantequilla adentro. Salimos de la carpa para disfrutar de la maravillosa puesta de sol: las nubes se han retirado lentamente, brillan amarillas, las cumbres de otros cerros se levantan maravillosas contra el cielo que tiene un azul muy particular. Esta puesta de sol, una como nunca había visto antes, hizo que realmente valiera la pena venir hasta acá. Nuestra moral también se ha recuperado después que sentimos la comida en nuestros estómagos. Ernst toma fotos en todas direcciones del hermoso paisaje. El hielo del glaciar brilla y reluce verde y, como hace notar Heinz, un especialista en colores, esmeralda. Lamentablemente se pone el sol y con él el calor. Mis manos se hielan y rápidamente me meto en la carpa.

18 de diciembre: Ayer no pude escribir porque llegamos tarde y completamente agotados al campamento base. La noche que pasamos en el campamento alto fue muy intranquila. Como habíamos armado la carpa sobre un bloque de hielo, el suelo no era precisamente cálido y plano. En las inmediaciones había una pared de 700 m de altura desde la cual en forma permanente durante la noche cayeron piedras. A cada instante pensamos que había llegado nuestra última hora. El hielo crujió toda la noche con un ruido para nada agradable. Finalmente terminó la noche. A las 6:00 comenzamos a calentar leche y a comer un poco de queso, más que eso no teníamos. Nuestras provisiones eran tan escasas que cuando partimos cada uno llevaba tres caramelos y un poco de fruta seca. Un limón era para todos en la cumbre. A las 7:00 partimos con un frío severo. Pronto dejamos de sentir las manos y los pies. Los 200 m que nos faltaban para la planicie superior los superamos rápido. Arriba brillaba el sol, nos sacamos los zapatos por primera vez y nos frotamos los pies y manos con nieve. A las 8:45 seguimos por el enorme hielo de casi 7 km de largo. Como hizo notar Ernst, tenía un gran parecido con los campos de hielo donde él ya había estado. La superficie estaba cruzada por muchas grietas cubiertas por nieve y Heinz voló en una tanto a la ida como a la vuelta, pero siempre pudo apoyarse bien en el piolet y así mantener la parte superior del cuerpo arriba de la grieta. De esta forma avanzamos 3 horas hacia la cumbre a veces molestados por los vapores sulfurosos del Tupungatito que también se encuentra sobre esta gran planicie. La cumbre del Nevado sin Nombre no nos dio dificultades, está compuesta de material volcánico y tras 25 minutos estábamos a las 12:20 arriba. Nos felicitamos por el primer ascenso, Ernst tomo fotografías de la zona, Heinz y yo construimos una pirca en la cual dejamos un tarro con nuestras tarjetas de visita y datos. La vista desde arriba era fantástica: desde el Aconcagua hasta el Marmolejo todo se veía claramente, algunas de las cumbres estaban cubiertas por pequeñas nubes, una señal de buen tiempo. A la 1:00 comenzamos a bajar. Tras una hora y media habíamos cruzado la planicie y a las 3:15 estábamos en el campamento alto. Lo desarmamos rápidamente y de inmediato continuamos. A las 4:45 estábamos en la rimaya del glaciar. El cruce que antes nos había resultado en media hora, ahora duró 1 hora. Queríamos acortar, pero llegamos a un lugar realmente peligroso por lo que debimos regresar y volver a ascender para así tomar la misma ruta que habíamos hecho la primera vez. Estar fuera de la zona de peligro sin que nadie cayera en alguna de esas enormes grietas fue algo hermoso. Ahora debíamos ascender otros 200 m para llegar al campamento. En el cruce del río nos esperaba el [tooltip placement=»top» trigger=»hover» title=»En castellano el original. (Nota del traductor).»]mulero[/tooltip] para llevarnos al otro lado. Finalmente a las 8:00 muertos de cansancio llegamos al campamento base, tras 13 horas durante las cuales estuvimos en movimiento casi sin pausas. La sopa caliente nos cayó tan bien como el mate. Luego nos acostamos y a pesar de los estómagos llenos nos dormimos rápidamente. Hoy tenemos nuevamente un día hermoso y ahora queremos ir a bañarnos. Hoy realmente vamos a descansar.

19 de diciembre: Estamos saliendo del campamento base. Con esto llega a su fin nuestra expedición. A pesar del Chimbote podemos estar orgullosos de nuestro desempeño.

G. K.

Traducción: Álvaro Vivanco

Relato publicado originalmente en la Revista Andina 1948: