Relatos

Bajo el Hechizo del Nevado Juncal – Traducción del relato publicado en 1958

Bajo el Hechizo del Nevado Juncal

Dentro de los doce seismiles de la cordillera central chileno-argentina el Juncal tiene un lugar preferencial. La larga arista le da al cerro una clásica impronta y lo ponen de relieve por sobre sus vecinos. Hacia el Oeste el macizo del Juncal cae en una pared de algunos kilómetros de ancho y de unos 2.500 metros de altura sobre el valle. Con cuatro grandes glaciares, el cerro alimenta dos océanos: hacia el Pacífico desaguan el glaciar Norte (por el río Juncal/río Aconcagua) y el glaciar Sur (por el río Colorado/río Maipo), hacia el Atlántico ambos glaciares Este (por el río Plomo/río Mendoza).

De las, en total, nueves ascensiones al Juncal, tres merecen ser mencionadas especialmente. Por primera vez fue ascendida la cumbre hace ya casi 50 años por el profesor Dr. Reichert. El gran explorador de la cordillera abrió el acceso desde el lado argentino y eligió una ruta por el primer glaciar Juncal Este. En 1934 los italianos Dr. Zanetti y Boccalatte consiguieron el primer ascenso por el lado chileno Norte. Hace unos pocos años un grupo del DAV Santiago consiguió finalmente el ascenso de la cumbre desde Monos de Agua por un glaciar colgante.

En una expedición de alta montaña del DAV Valparaíso en febrero de 1957 estuve por primera vez parado delante del Nevado Juncal. Desde nuestro campamento en el Alto del Potrero Escondido tuvimos una vista fascinante de la pared Oeste del Juncal. Desde entonces el cerro no nos dejó tranquilos. Nos atrapó cada vez con más fuerza, ejerciendo una atracción irresistible cada vez que en alguna salida a la Cordillera de la Costa nuevamente lo veíamos delante nuestro. Elegimos el cerro como objetivo final de una «expedición» que queríamos iniciar al principio de nuestras vacaciones de verano.

Nuestro equipo tenía seis miembros: Wilfred Siegel, Hans Meinardus, Fritz Schlegel y Peter Gebhardt de Santiago y Ulrich Lorber y yo de Valparaíso. Nos apoyamos, en gran medida, en la experiencia de un grupo del DAV Santiago que hace unos años ascendió por primera vez el cerro León Negro (5.151 m) partiendo desde Monos de Agua y abrió la ruta al Juncal por el glaciar colgante. Eberhard Meier, que había cumplido una parte esencial para el éxito de esta expedición, nos aconsejó. Para el aprovisionamiento recurrimos a una antigua lista que habíamos mantenido de una antigua expedición al cerro Risopatrón. La tomamos sin mayores cambios puesto que también queríamos tomarnos dos semanas y éramos seis participantes.

El 25 de diciembre de 1957 iniciamos el viaje. En Los Andes tuvimos una hermosa celebración de navidad junto a un amigo de Wilfred. Temprano por la mañana del día siguiente nos llevó nuestro hospedador con su camión hasta un campamento en el valle del río Juncal. El camino vehicular va por el valle del río Aconcagua. En la estación del tren Transandino doblamos hacia la derecha. Casi tuvimos que quedarnos acá. Los Carabineros se pusieron suspicaces cuando nos vieron pasar con todas nuestras cajas. Nos tomaron por contrabandistas y montaron rápidamente para seguirnos. Sin embargo, los caballos no pudieron mantener el ritmo y nuestro «contrabando» se mantuvo intacto.

En el campamento, que sirve como depósito de yeso y se encuentra a 2500 m de altitud, cargamos nuestro equipo en las siete mulas del arriero Luis Montenegro de Riecillos (Río Blanco). Nosotros mismos realizamos a pie el ascenso hasta el campamento base.

Por sobre la vega Nacimiento cambiamos la dirección de nuestra marcha e ingresamos hacia el largo cajón Monos de Agua. El fondo del valle se ve cerrado por el Mono Verde (4.500 m) un cerro salvajamente desgarrado y muy empinado. A sus pies se extienden grandes laderas cubiertas por acarreo. En la amarillo-cafesosa ladera noroeste las minas de yeso nos recuerdan que acá alguna vez hubo una vida laboral muy activa. En uno de estos lugares brota desde una cavidad en las rocas una fuerte vertiente. 60 metros arriba de esto se extiende una planicie hacia el Norte. Sobre ella se levantó en febrero de 1957 por la ASVA y bajo la dirección de Gerd Friederichs el «Refugio ASAVA», un pequeño refugio que, en caso de emergencia, puede brindarle cobijo a seis personas. Junto al refugio montamos nuestro campamento base.

Nevado Juncal y Glaciar Alto
………. Frontera chileno-argentina
—— Ruta de ascenso al refugio ASAVA (campamento base).
HL Campamento Alto (Hochlager)
XXX Seracs

El ascenso hasta el refugio no transcurrió sin incidentes. Poco después de la vega Nacimiento nos pasamos del lugar en que hay un buen cruce del río. Ahí el río es muy ancho y la corriente todavía no tan fuerte. Cuando quisimos cruzar más arriba, el río traía una corriente tan fuerte que aplazábamos cada vez el cruce con la esperanza de encontrar un mejor lugar para hacerlo. Quise superarlo y me metí en el río. Sin embargo, la corriente me botó cerca de una roca de la que me quise afirmar, pero fui arrastrado como una pelota de juguete río abajo. Por fortuna yo contaba con esto y desafié a la corriente en un punto donde una roca se me ofrecía como anclaje antes de comenzar el viaje descontrolado. Recién al fondo del valle encontramos un cruce pasable.

El Refugio ASAVA, tal como se muestra en el diagrama, tiene una posición privilegiada para iniciar una gran cantidad de excursiones de altura. El terreno del refugio se encuentra en un lugar libre de caída de piedras y avalanchas. El agua con contenido de yeso está a 3 minutos. Se vierte en el río que salta por sobre dos grandes rocas. Al otro lado hay una laguna con aguas cristalinas. El agua es muy fría y sólo permite un baño corto. El Cajón Monos de Agua se encuentra 500m más abajo. Se lo puede observar cuando uno se asoma a la orilla de la planicie. Otro cordón de cerros cierra el valle.

Nuestro objetivo principal era el ascenso del Juncal por la ruta del glaciar colgante. Desde la arista Este del Mono Verde (4.500 m), la que, por razones de orientación y aclimatación, subimos el 27 de diciembre, se presenta muy cercano. Cae unos 600 m por sobre una pared de roca. Arriba de eso se abre una cuenca glacial que hacia el Suroeste se encuentra separada de una antecumbre del Juncal por laderas cubiertas de penitentes. Teníamos claro que nuestro plan lo podíamos realizar tras un tiempo de preparación. Por esto dedicamos especial cuidado a la primera fase de nuestro programa. En la zona del glaciar Alto nos queríamos aclimatar, en las laderas con hielo entrenar y como equipo probar el ascenso de un cincomil.

La zona del glaciar Alto también se puede observar bien desde la arista Este del Mono Verde. El glaciar se ve rodeado de cinco cincomiles: los cerros León Negro y León Blanco hacia el Oeste, el Alto del Río Blanco al Norte y los cerros Central y Doris al Este. La frontera chileno-argentina corre por la mitad de la cuenca superior del glaciar Alto. En la mitad de la cuenca, a través de las masas de hielo que aportan los cerros Central y Doris, domina una corriente hacia el Oeste. La loma que está al Sur del León Negro no es capaz de detener esta corriente por lo que debe dejar pasar por sobre sí misma un gran flujo glacial. Éste se rompe formando gran cantidad de seracs y se une con el más débil glaciar León Negro y desagua hacia el río Juncal (Océano Pacífico). El flujo principal del glaciar Alto, sin embargo, mantiene la dirección hacia el Sur y, tras su fusión con los flujos glaciales del cerro Doris y del Nevado Juncal, toma el nombre de glaciar del Río Plomo y envía al río Plomo hacia el río Mendoza (Océano Atlántico).

Nevado Juncal (6110 mts) desde el glaciar León Negro. Foto de G. Friederichs

Nuestro primer avance en el sector del glaciar Alto no nos trajo los éxitos deseados. Fritz y Hans abandonaron el 27 de diciembre el campamento base y armaron un campamento de altura (4.250 m) en la loma entre los glaciares León Negro y Alto. Días después ascendieron la cumbre Sureste del cerro León Negro (5.100 m), mientras que Wilfred, Peter y yo con una segunda carpa y abundantes provisiones los seguimos al campamento alto. Ulrich ya había tenido en el campamento base problemas con la aclimatación y prefirió mantenerse en campamentos más bajos.

En el campamento alto nos unimos y realizamos un intento al Alto del Río Blanco el 29 de diciembre. Ese día hubo condiciones climáticas poco favorables, el cerro mostraba en su empinado y congelado flanco Sur dificultades técnicas. Nosotros todavía no estábamos en forma así que nos dimos la vuelta «sin la cumbre».

Al día siguiente partimos desde el campamento alto y volvimos al campamento base. Las dos carpas de altura así como las provisiones las dejamos arriba; habíamos decidido regresar tras una pequeña pausa de recuperación y hacer un segundo intento de ascenso al Alto del Río Blanco.

Lamentablemente en ese momento Fritz y Peter debieron terminar su expedición para estar a tiempo en Santiago y así realizar una práctica. Descendieron en la tarde del 30 de diciembre a la vega Nacimiento. A cambio de eso Ulrich se vino de nuevo con nosotros. Él se había quedado en la zona del estero Navarro (al Este del campamento) y se había recuperado.

El año nuevo comenzó prometedor para nosotros. En el día de año nuevo subimos a nuestro primer campamento de altura, recogimos el depósito que habíamos dejado y cruzamos con mochilas pesadas el glaciar Alto. Bajo el Alto del Río Blanco, sobre una morrena levantamos el segundo campamento de altura (4.750 m). La noche fue tempestuosa, en el lado argentino se desató una tormenta. Sin embargo, a la mañana siguiente brillaba de nuevo el sol y nos alentó a subir el cerro León Blanco (5.193 m). Para Ulrich y para mí la hora en la cumbre fue especialmente memorable puesto que estábamos por primera vez sobre un cincomil. La vista desde el Aconcagua hacia el Norte hasta el Tupungato en el Sur era magnífica. Al frente estaba el Alto del Río Blanco. Ansiosos estudiamos la casi completamente helada cara Sur. Establecimos una ruta de ascenso por la cual subimos al día siguiente. Nos hicimos un equipo más fuerte, orgullosos armamos un hito de piedras sobre las rocas de la cumbre argentina Este (5.228 m). En él dejamos un banderín del club y una tarjeta con los datos más importantes de nuestro ascenso. El mismo día regresamos al campamento base.

Alto del Río Blanco. Flanco Sur. Foto de Wilfred Siegel.

Tras dos días de reparadora tranquilidad estábamos preparados de nuevo. Nos acercamos -lamentablemente sin Ulrich- a nuestro gran objetivo. La montaña no nos entregó sus misterios sin antes dar batalla. Arrojándonos piedras intentó cerrarnos el paso al glaciar colgante. Constantemente mantuvimos el terreno sobre nosotros a la vista para, en caso de peligro, poder saltar hacia un lado. En el glaciar colgante tuvimos que hacer uso de todas nuestras capacidades para avanzar. Una gran cantidad de seracs y pedazos de hielo se levantaban delante nuestro. Además aparecieron altas paredes de hielo que bloqueaban el paso hacia el glaciar y no se dejaban rodear. De alguna forma encontramos siempre el «punto débil» donde el hielo se abría en chimeneas, canaletas y cantos y lo podíamos burlar. También en el terreno plano se corría peligro. El glaciar se encuentra abierto en un laberinto de grietas. Las dificultades no querían terminar, sin embargo, teníamos un impulso interno, estábamos unidos por la cuerda y ascendíamos un bastión tras otro. Tras 5½ horas de duro trabajo en el hielo finalmente lo habíamos logrado, el glaciar colgante estaba atrás nuestro. Sobre una morrena en el borde de la cuenca glacial armamos al atardecer nuestra carpa (4.700 m). Tras los esfuerzos del día, la noche nos regaló un sueño profundo.

El 7 de enero de 1958 nos llevó con un tiempo calmo y soleado al punto más alto de nuestra expedición. Desde una brecha en la arista Este de la antecumbre del Juncal se nos apareció por primera vez la cumbre Este del Juncal y el glaciar Este. Arriba del portezuelo se nos presentó un gran hombro de hielo en la ruta. Casi nos quitó la respiración cuando nos paramos delante la gran pared algo desplomada. Sin embargo, por unas grietas logramos avanzar hacia el flanco Norte y desde ahí por una empinada canaleta pasamos hacia arriba del hombro. El gran bastión en nuestra ruta hacia la cumbre había sido superado. Descubrimos un punto más conveniente para el descenso por el cual a nuestro regreso evitamos la peligrosa canaleta de hielo.

En la antecumbre (5.600 m) la vista a la cumbre con el glaciar Norte y la arista cimera se encontraba libre. Nos sentamos para tomar un pequeño descanso de mediodía, estudiamos el resto de la ruta de ascenso y comimos algo. Untamos galletas con el resto de nuestra mantequilla y comimos algunas nueces, pasas y ciruelas secas.

En la arista de conexión entre la antecumbre y la cumbre Este descendimos un tramo para pasar por el glaciar de la cumbre y cruzarlo en diagonal hacia el Suroeste. Avanzamos relativamente rápido y seguro por el glaciar. En la arista cimera nos sacamos los crampones y los dejamos ahí. Los últimos 400 metros a la cumbre se nos pusieron difíciles debido a la escasez de oxígeno. Sólo podíamos avanzar a pasos cortos y con frecuencia debíamos parar a recuperar el aliento. Tras un ascenso de nueve horas alcanzamos nuestro objetivo.

Quien pudiera describir la felicidad de la cumbre. ¡Por primera vez en la cumbre de un seismil! Se han olvidado todos los esfuerzos de un largo y agotador ascenso. Se liberan las tensiones de las últimas horas. Nos damos la mano y nos entregamos al silencio y a la soledad que lo rodea todo.

Vista desde el Nevado Juncal hacia el Noreste al glaciar Alto (derecha), glaciar León Negro y Alto del Río Blanco.
Foto de Eberhard Meier

La vista desde la cumbre a esa hora de la tarde era especialmente hermosa. Hacia el Norte se encontraba en su trono el Aconcagua. Fuera de él sólo había otros dos seismiles que se podían ver, el vecino Nevado del Plomo y hacia el Sureste el Tupungato. Muy extraño se veía al Noroeste el Alto de los Leones con su capucha de hielo oblicua. Hacia el Sur se perdía el contorno de los cerros en la neblina.

A las 18:00 comenzamos el descenso. Al llegar al hombro de hielo cayó la noche. Fuerzas poderosas nos guiaron hacia abajo hasta nuestro campamento alto (21:30).

A la mañana siguiente ordenamos el campamento hasta las 9:00. Bajamos por una ruta por el glaciar Juncal Este. Llegamos a él tras superar una rimaya. En la parte inferior de la cuenca glacial doblamos por los penitentes hacia la izquierda y cruzamos un filo que lleva hacia el glaciar del río Plomo. En el glaciar adyacente se nos presentaron penitentes de 2 m de altura. Fue un trabajo duro hasta que abrimos una huella junto a la frontera en el Noroeste. Nos encontramos con una brecha profunda. 15 minutos al norte de eso encontramos un buen lugar para descender en la cuenca superior que está empotrada entre el Mono Verde y el glaciar colgante del Juncal. Dentro de pocos minutos estábamos bajando por acarreo suelto.

 

A las 17:00 nos recibió Ulrich en el campamento base. Él se había mantenido activo durante nuestro ascenso al Juncal. El 6 de enero consiguió el segundo ascenso de la Aguja Nacimiento (3.850 m). La cumbre surge como una sierra desde la arista que es una pared divisoria del cajón Monos de Agua y el glaciar Juncal Norte. El primer ascenso lo lograron nuestros compañeros del club Heinz Koch y Ernst-Conrad Schwärzel el 3 de marzo de 1951.

También en los dos días siguientes Ulrich recorrió a fondo los alrededores del refugio. Ascendió una antecumbre del Mono Morado (al Noreste del campamento base). El relato del ascenso recién mencionado se publica a continuación ya que entrega importantes datos para futuras expediciones.

Karl-Heinz Winter

Traducción: Álvaro Vivanco

Artículo publicado originalmente en la Revista Andina 1958