Relatos

Inauguración del Primer Refugio de Montaña – Traducción del artículo de 1932

Inauguración del Primer Refugio de Montaña

Max Kern –  Valparaíso

¡Semana Santa! ¡Inauguración del refugio! Días de sol en la cordillera más hermosos no se pueden imaginar. Banderas ondeando al viento que nos saludan y alegremente aletean; las banderas alemana, austriaca y chilena en pacífica armonía. Gente alegre, caras joviales, risas felices de los jóvenes. Gente, excursionistas que se reúnen acá arriba para participar de la fiesta de inauguración del refugio en la cordillera.

¿Podría ser más hermosa la imagen que se ofrece a la vista? ¿Podría ser mejor nuestro ánimo y nosotros más felices que en este instante donde tantas personas de ideas afines, alemanes en un país extranjero, en las alturas de la montaña que entre nosotros vemos a amantes de la naturaleza y entusiastas montañistas? El instante nos lo dice con claridad: acá se han encontrado almas que, en las alturas de las montañas, ante la vista de los majestuosos gigantes de los Andes, en su búsqueda y en sus pensamientos se sienten unidos. El motivo para esta alegre agitación del alma no es, en realidad, algo común: el primer refugio en la cordillera chilena, probablemente el primero en las montañas de Sudamérica, se ha levantado acá, planeado, batallado y construido por mentes alemanas. Es un suceso, todas estas alegres personas de Santiago, Valparaíso y de donde sea lo sienten así y por eso han venido a participar de esta inauguración.

El Pastor Karle nos habló de grandes hombres de todos los tiempos a quienes la naturaleza les dio algo grande y quienes encontraron su Dios en ella. Los estudiantes del grupo Nerother cantaron acompañados por la guitarra la canción de inauguración. Luego se presentó el Padre Rahm delante nuestro con la vestimenta de la iglesia sobre la del montañista, con los pesados zapatos en los pies, bronceado por el sol, así se paró este sacerdote católico en frente de la multitud de montañistas y nos dio su bendición para nuestros corazones como ninguno había recibido antes.

Esos instantes nos regalaron valor para atesorar en nuestros corazones y en nuestra memoria. Inolvidables resultaron también para todos los participantes las cortas, pero encantadoras horas de la tarde en el refugio, cuando todos unidos en una estrechez que casi daba miedo por primera vez nos sentamos en el refugio para cantar en voz alta canciones alemanas, las que con fuerza sonaban en la noche tibia, arriba a 2000 m de altitud y nos daban un testimonio de nuestro invencible entusiasmo por cantar.

Los espléndidos días obviamente atrajeron a los participantes a la montaña y se vio a numerosos grupos, ya coordinados o como con frecuencia ocurre, formados ahí, subir a las alturas, en la mayoría en dirección al Morado, hacia las fuentes minerales que se encuentran en sus laderas o hacia la pequeña laguna a sus pies. Como un suceso significativo de la inauguración del refugio queremos destacar el primer ascenso del cerro Cortaderas que fue realizado por los señores Krückel y Maass en los días previos; los señores llegaron justo en el día de la inauguración al refugio.

Demasiado rápido pasaron las pocas horas que pudimos pasar juntos allá arriba en las alturas; el domingo temprano se realizaron las últimas pequeñas excursiones y tras el almuerzo se comenzó a preparar el retorno a Santiago. Las últimas vistas fueron para los antiguos gigantes de la montaña, el volcán San José, el cual también fue vencido hace tiempo por la ambición de montañistas alemanes, el Morado, que con su pared similar a la del Matterhorn todavía desafía los tenaces intentos de ascenso y los glaciares que brillando y deslumbrando nos parecían estar al alcance de la mano. Rápidamente se perdió la maravilla de la montaña, pero no la alegría en nuestros corazones.

Felices, tal como nos vio el mundo de la montaña, llenos de experiencias regresamos al mar de casas de la gran ciudad. Alegres canciones se escuchaban desde los autos, en los cuales nos apiñamos y cuando llegamos a Santiago y nos dimos las manos para despedirnos, sabíamos algo: el pensamiento alemán nuevamente ha conseguido algo, la germanidad ha levantado un nuevo tesoro que nos ofrece alegría y, al mismo tiempo, grandse honores, un refugio para amantes de la naturaleza, para montañistas en las sublimes alturas de la montaña.

Traducción: Álvaro Vivanco

Artículo publicado originalmente en la Revista Andina 1932 Heft 1